jueves, 20 de diciembre de 2007

La última noche


Estoy despierto, creo, oigo el reloj de pared, creo, me he vuelto a dormir, no estoy seguro, el parloteo interior de mi mente no me deja hacerlo. Es la última noche, mañana empieza otro día nuevo, esta vez será distinto, creo. Estoy dando vueltas por la habitación, tengo la piel erizada, pero no tengo frío, la misma puerta rota que se tambalea y forma corriente helada por toda la habitación. Antonio siempre me dice que la arregle que los incesantes golpes que propina no le dejan dormir. Hoy parece que tampoco saldrá de casa, dice que no vale la pena, que todo está perdido que para que aprovechar un día que no quiere vivir, dice que lo vivan los que quieran que el regala sus días a quienes quieran aprovecharlos, dice que hoy no es nadie, dice que esta noche prefiere dormir para siempre. Pero Antonio tiene insomnio, por eso se queda cada día fumando en el balcón, un cigarro tras otro, luego se muerde el labio y se frota los ojos irritados que se quejan de tanto humo.
Estoy despierto creo, oigo los coches de la calle, me voy a tomar un vaso de agua, tendré que beber del grifo por que no tengo vasos, los metí todos en una caja de cartón y se los llevaron fuera, lejos de aquí. Antonio duerme justo ahí, en ese rincón de la habitación, junto a la estufa, hace tiempo que no duerme en la cama, los dolores de espalda están acabando con el y también con su buen humor, antes siempre me hacía reír pero como todas las cosas acaban terminándose tarde o temprano y Antonio ya no ríe, dice que la vida no le hace gracia, que el regala su sonrisa a quienes quieran aprovecharla, dice que hoy no es nadie, dice que esta noche prefiere dormir para siempre.
Hay demasiado eco en esta casa, demasiado espacio desaprovechado, todos mis pensamientos rebotan en estas cuatro paredes. Acabo de encontrar una mancha enorme de humedad en el rincón donde estaba puesta la mesa de escritura, antes me daba por escribir, cuando era redactor, escribía todas las noches crónicas fantásticas donde dejaba volar libre la imaginación, ahora solo queda esa mancha gigante de humedad que esta devorando la casa por momentos.
Estoy despierto, creo, solo se escucha el silencio. Esta noche dormiré justo donde se encuentra mi cama, no tengo somier ni colchón, ni sábanas, ni una manta con la que poder taparme, pero es septiembre, y el calor del final de verano todavía se percibe.
Estoy despierto creo, las doce y cuarto de la noche, estoy apoyado en la pared, apenas queda luz, solo una pequeña ráfaga que se refleja desde el balcón donde Antonio se pasaba los días fumando. La casa es como un gran desierto de madera apolillado, un espacio infinito, vacío, donde no sucede nada, donde todo permanece en calma, Antonio dice que esta casa le ahoga, que no le deja pensar y que acabará por matarle, que tiene que salir de aquí, pero al final siempre acaba en el balcón, como si aquel fuera su lugar de escape, abre sus brazos, inclina la cabeza hacia arriba y expulsa una bocanada de aire que se llena de un suspiro aterrador, como si se le escaparan todos los malos presagios que le rondan por la cabeza.
Es la última noche, y es extraño no encontrarme a Antonio, después de tantos años, la casa parece tan vacía, voy a quedarme tumbado un rato en el pequeño almacén situado justo al lado de la cocina, un minúsculo lugar donde guardo los mejores vinos, deliciosos, aprovechados en cada ocasión especial, cuando venían todos nuestros amigos, ahora ya no viene nadie, todos se marcharon, unos más lejos otros mas cerca, pero a veces parece que la distancia se percibe para todos igual.
Me duele la espalda, las piernas las tengo cansadas y me cuesta caminar, me duele la cabeza y también los años, creo que volveré a mi rincón, he cerrado casi todas las puertas allí solo quedan recuerdos, y un trozo de suelo que se llena de polvo.
La casa ahora parece más pequeña, casi diminuta, como si fuera a desaparecer, como Antonio cuando se lo llevaron al pobre, tuvieron que subir a sacarlo del balcón, estaba tumbado boca arriba, con la mirada perdida, rodeado de todos esos cigarros que no paraba de fumar, parecía tan dormido, por fin lo había conseguido, había vencido a ese insomnio que acabó por matarle.
Estoy despierto creo, escucho cantar a los pájaros. Tengo las llaves entre mis manos, una llave que abierto esta casa en la que hemos vivido más de treinta y cinco años, y ahora me toca cerrarla para siempre. He conseguido levantarme del suelo, todo me duele, estoy agotado, miro a mi alrededor, no me olvido de coger nada, se lo llevaron todo, y parte de mis cosas, a otro lugar donde dicen que estaré mejor, que no me sentiré solo, que allí se encuentran personas como yo con las que compartir todo un día aburrido lleno de actividades que no te permiten pensar en nada, ni siquiera en ti mismo.
Los primeros rayos de luz atraviesan la ventana, estoy en la puerta que da la calle, estoy despierto, creo, me he vuelto a dormir, no estoy seguro, ha sido la última noche, hoy empieza otro día nuevo, esta vez ya no será lo mismo, lo sé.