jueves, 30 de octubre de 2008

Cartas que nunca me escribí



Tengo un papel, blanco oscuro, como la piedra que guardo en mi bolsillo, la rescaté de una ola justo cuando empezaba a notar el frío de la tarde, no es la ausencia de lápiz la que no me permite expresarme, creo que debe de ser algo mucho más profundo pero todavía no he llegado a ese estado interno que me permita escribir. La piedra está aún húmeda, la noto pegada a mi piel, como si estuviera asustada y se agarrara a mi para espantar su miedo, sé que ella es especial, distinta a todas, me acompaña en esta travesía, un letargo soleado que ciega la visión de mis ojos. Me concedo un deseo, de los que se lleva el mar, no dice nada tan solo cumple su promesa, adoro su complicidad.
El papel tirita y se arruga, buscando calor entre los pliegues, y yo busco calor en la brisa del sur, en el viento emigrante de mi norte, se enreda mi pelo formando un nido de pensamientos abstractos. Estoy despierta, pienso, en eso consiste mi gran sueño.
Mis labios se agrietan, la sed se vuelve vulnerable, la piedra se evapora y se convierte en un pequeño desierto de mi bolsillo.
Cuando luzca el sol, estaré cerca de la orilla para que el calor no se haga dueño de mi cuerpo una vez más, hace tiempo me dijeron que había llegado la hora de realumbrar las estrellas, por eso estaré cerca de la más grande y hermosa de todas, justo donde tropieza la luz, en el nacimiento del fuego, donde los deseos se transforman en inquietantes sueños vespertinos dispuestos a brillar. Tengo un papel, un trozo de pensamiento sin letra dispuesto hablar en el momento más esperado, tengo las manos dormidas y una palabra transparente, un comienzo que continua.
En todas las calles que estuve, en cada pasillo de renombre me llevo un recuerdo, el que compartí e hice mío, donde por cada instante me enamoré y volví a convivir con el amor perdido.
Cerca de la orilla, de la línea nítida del mar, donde se mezclan los residuos de las fábricas y los espíritus que han decidido vagar eternamente en el agua, se disuelve mi papel blanco oscuro, no es tiempo de escribir, es tiempo de vivir mientras las historias se escriben por si solas.