domingo, 7 de junio de 2009

La bailarina coja


El cubo tiene una apertura en la parte trasera pero nadie la ve, se apoya tras la pared, y deja que los recuerdos respiren, se escapen por un instante a recoger un poco de oxigeno, guarda en sus manos la vieja caja de música, en ella vive una insignificante bailarina a la que le falta una pierna tras un mal cierre de tapa y que terminó por partírle el destino, da vueltas sin parar, ella piensa, aquel día cuando quedo coja por culpa de una mala caída, ella siguió dando vueltas, sin parar, sonriendo, mirándose en el espejo al ritmo del hilo musical, no envejece solo pasan los años, el tiempo.
A veces intenta recordar como sentía antes de sentir lo que siente hoy y ella solo sigue dando vueltas sonriendo en cada giro como la más hermosa de las bailarinas cojas que se hayan visto en ninguna caja de música.
Son la minoría, las pequeñas cosas, esas que no se ven, apenas, una sensación diminuta pero lo suficientemente atractiva como para hacerla más grande cada día.

Un mundo flotante (final)


Cuando construyeron la casa de madera cerca del río, apenas contaban con dinero, Noah ya había abandonado su afán por fotografiar balcones que tuvieran flores y decidió que era el mejor momento para tener su propio jardín. Pablo, después de aquella terrible pero hermosa caída que le produjo una grave afasia estaba recobrando con fuerza su salud, aun así tuvo daños irreversibles y en muchas ocasiones confundía las palabras y sus frases cobraban un sentido que solo Noah acabó por entender – Mi hombre anómico- le llamaba ella con cariño.
Durante los siguientes años Pablo fue mejorando notablemente, su piel arrugada cada vez se mostraba más tersa y fina, su pelo cano había oscurecido en los últimos tiempos y sus dolores de espalda habían disminuido. Cada mañana se despertaba antes del amanecer e iba nadando hasta el otro lado del río. El agua fría le relajaba, hacía que sus pensamientos flotaran, imaginaba como sería vivir en una casa flotante, justamente donde se encontraba él, allí en mitad del río, una pequeña cabaña que fuera corriente abajo hasta quedarse anclada en algún lugar, África o quizás en un rincón del viejo continente. Pablo había oído hablar de la ciudad futura, un lugar donde los habitantes se alojaban en casas flotantes en mitad del mar, el pequeño comercio de la ciudad también se adapto a las características de esta peculiar forma de vida y allí al parecer la gente había encontrado un espacio donde convivir en paz y armonía. A Pablo siempre le inquietó la idea de vivir allí, muchos pensaban que se trataba de una leyenda, que aquel lugar realmente no existía, que solo era una vieja historia de algún grupo de locos que no tenían nada mejor que hacer que inventarse historias.
Cuando alcanzaba el otro lado del río se quedaba tumbado cerca de la orilla y extendía sus brazos, luego daba un largo paseo entre los árboles frondosos y regresaba de nuevo nadando hasta la casa donde Noah continuaba dormida.
A finales de mayo el tío de Pablo fue a visitarles, había envejecido, tenía una barba gruesa que ocultaba la mitad de su rostro, comenzaba a cansarse de tanto viaje,- El mundo del marinero- decía él con cierta nostalgia- una vida llena de historias, y todos sabemos que las historias nos hacen crecer y por eso yo estoy cada vez más viejo- luego se quedaba mirando fijamente al vaso de licor de flores que había preparado Noah y suspiraba- creo que este será mi último viaje, cuando los presagios te vienen a visitar a media noche, lo mejor es que les hagas caso, ellos saben muy bien lo que te conviene, y el otro día tuve uno.
Pablo y Noah le miraban con atención, tras esas palabras el tío ocultaba un aire de misterio que te invitaba a seguir escuchándole.
-Aquella noche me encontraba cerca de una isla del Caribe, el viento soplaba muy fuerte, así que decidí quedarme dentro del camarote. Estaba asustado, jamás había tenido una inquietud tan fuerte como aquella, por primera vez tuve la terrible sensación de que aquel pequeño huracán me arrastraría al interior del océano y me dejaría en plena soledad hasta verme morir. Y me di cuenta en aquel instante que no deseaba morir, que no quería ser el almuerzo de ese mar hambriento entonces decidí que...- su voz se quebró de repente, la habitación quedó en silencio, el ambiente se volvió denso y parecía que algo horrible iba a suceder a continuación. Pablo se levantó bruscamente de la silla, agarró del cuello a su tío y lo lanzó con furia contra el armario de la cocina. Los platos cayeron y algunos acabaron estrellándose en la cabeza del viejo marinero.
- ¿Cómo has podido hacerlo?- Pablo le miraba con los ojos inyectados en sangre- mañana temprano tu y yo nos embarcaremos en este último viaje.
Noah se levanto de la silla, cogió una pequeña libreta de hojas rayadas y se encerró en su habitación.
Llevan días navegando y apenas han intercambiado palabra, Pablo pasa las horas mirando al horizonte ausente de todo. Todavía queda mucho viaje por recorrer hasta llegar al lugar, cuando su tío era niño siempre se quedaba dormido en la orilla del mar, podía pasarse horas solo sentado allí, incluso en invierno, cuando la brisa era como un golpe de hielo derretido. Ahora no era más que un marinero viejo y borracho que se ahogaba en sus propias historias.
Y el recordaba a Noah, ahora encerrada en aquella habitación donde habían pasado tantos momentos dulces juntos, cuando llegaron por primera vez a la casa del río, Noah estaba entusiasmada, estaba cansada de la ciudad, de su prisa, de los ruidos que le enfermaban la cabeza. La mañana que se alejaron de la ciudad ella tiró su bastón tallado de madera a la basura, ya no lo necesitaba, sus piernas ya no estaban entumecidas, y su cuerpo había dejado de ser ese saco pesado que le había acompañado en los últimos años
Se encontraban cerca de la Maderera un barrio alejado de la ciudad, el viejo cementerio de árboles que había sido abandonado por los fabricantes extranjeros que ya no invertían en el mercado local. Parte de la zona fue arrasada por un inesperado fuego que acabo por cerrar las puertas del lugar. Pablo estaba cansado, se escondió entre una especie de cueva espontanea que había formado un rincón que le protegía de la fría noche de octubre. Estamos cerca, susurraba, tan cerca que ya puedo ver la ciudad abriéndose ante mis ojos, antes de que pudiera continuar envuelto en sus pensamientos, acabó por dormirse.
Con los primeros rayos de sol apareció el nuevo mundo un lugar del futuro, casi inalcanzable solo la percepción visual hacía que todo aquel sorprendente descubrimiento fuera real. Pablo salió a prisa del camarote, su tío seguía convaleciente murmurando entre dientes, aquel instante era un sueño echo realidad, su sueño. El silencio se apoderaba del mar aquella mañana, una brisa de aire fresco erizó su piel, había dedicado tanto tiempo a recordar aquella ciudad que apenas podía recordar el largo trayecto que habían recorrido desde que abandonaron la casa del lago, dejando a Noah como un niña triste encerrada en su habitación, pero Pablo apenas recordaba quién era ella, la afasia iba consumiendo sus pensamientos progresivamente y todo el amor que un día vivieron estaba quedando en el olvido.
Aquel lugar era mágico, único, era la ciudad futura, donde las casas flotaban a la deriva sin rumbo fijo, dejándose arrastrar por la suave corriente del mar, allí desembocaban los deseos de vivir en la tranquilidad, lejos del presente abrumador y atormentado que les había tocado vivir. El sabía que aquel viejo borracho que no estaba siendo espectador de toda aquella hermosa visión había descubierto el mayor tesoro que la tierra escondía en aquel rincón del mundo, y Pablo sabía que su tío le debía aquel descubrimiento al fin y al cabo aquel sueño le pertenecía.
Avanzaron mar abajo lentamente, a su alrededor solo alcanzaba ver unas casas viejas de madera que flotaban indecisas en el agua, había algo extraño, no se había encontrado ningún ser vivo por el momento, parecía que todos se habían extinguido. Pablo comenzó a inquietarse, miró a su alrededor intentando buscar una respuesta, corrió hasta proa para observar de cerca las casas que se iban quedando detrás, pero allí no se encontraba nadie, nervioso dio un salto al interior del camarote para encontrar una respuesta en el viejo marinero. Lo tambaleo una y otra vez, pero no se despertaba, aún estaba borracho y apenas podía abrir los ojos, maldito borracho, grito Pablo, estamos en la ciudad futura y a ti solo se te ocurre seguir durmiendo, lo miró con odio y cerró de golpe la puerta del camarote al salir.
Noah se levanto tranquila aquella mañana, era una sensación que apenas recordaba por un instante sonrío, como si aquella ráfaga de calma le hubiera dado un poco de oxigeno de vida, pero luego empezó a preocuparse, quizás se había acostumbrado aquel lugar a ese terrible sabor amargo que le provocó la decisión de Pablo y eso acabó por asustarla, ella no quería vivir eternamente entre aquellas cuatro paredes, quería salir de allí, miró fijamente a los zapatos que se encontraban cerca de la puerta y supo que todavía no había llegado el momento de calzárselos.
Sabía que no podía romper su promesa de esperarlo, pero el quizás a su vuelta no la reconocería, quizás había olvidado su encuentro en aquel banco de la ciudad, hace tanto tiempo. Noah tenía miedo, no quería olvidar cada uno de los momentos que había vivido con el, por eso escribía, noche y día, para que a su regreso Pablo pudiera leer cada palabra y así recordar todo lo que se habían amado desde aquella tarde en el parque, pero comenzaba agotarse, no sabía si el amor hacia Pablo se estaba convirtiendo en un recuerdo de su memoria, a veces sentía el impulso de abrir la puerta y correr lejos de allí, de todo aquello que le retenía en aquella maldita habitación, pero antes de que sus pies corrieran antes que ella, Noah se metía debajo de la cama y se acurrucaba como una niña indefensa que acababa de cometer un pecado imperdonable. Nunca dudo de que el regresaría a buscarla y todo este tiempo acabaría siendo una larga pesadilla olvidada con los días pero Pablo sumergido en su gran descubrimiento ni si quiera recordaba la existencia de Noah. La vida está llena de elecciones, pensaba, y siguió sonriendo embriagado por el nuevo aire fresco del mundo flotante, su mundo.