martes, 10 de noviembre de 2009

Trás la piel (Breve relato de Isabella y un viejo esqueleto)



A Isabella las caídas ya no le duelen tanto, dice que cada vez está más cerca del suelo que pisa, no piensa en arrastrarse, se ensuciaría demasiado el porvenir, piensa, ademas tiene el traje de piel preparado, no el de un pobre animal despistado, si no la suya propia. El viejo esqueleto tiene frío, tirita sin parar, el invierno es demasiado duro para los de su especie, anda intentando encajar algún hueso prestado del último pirata que fue en busca del tesoro.
Isabella esta noche se ha ido de viaje a la luna, dice que anda un poco loca, llena de estrellas en la cabeza, pero que nunca pierde la luz, cuando vuelve después de un largo aterrizaje a la tierra, se sienta al lado del viejo esqueleto y le cuenta que las cosas no son como son si no como eres, y que por eso todo tiene la forma que tu le des, el sonríe,sabe que tras la piel no hay lugar donde esconderse, y que por eso siempre existe la probabilidad de ser visto por los ojos de uno mismo.
Isabella se incorpora para observarle desde la cercanía, le toca la nariz, la boca, los ojos y le gusta su tacto áspero y risueño que la entretiene, esta noche se hace esperar, un largo tiempo que desvaría y varía su dirección. El viejo esqueleto duerme e Isabella se queda pensando, un instante, son las doce en su reloj, un nuevo día, algunos llegarán tarde, piensa, y otros demasiado temprano, pero yo, dice, me encuentro en la hora exacta, la mía, la misma que he provocado en el tiempo.