miércoles, 10 de marzo de 2010

Ana: La reina que perdió la cabeza


Tengo que aprenderme el papel piensa en un rincón de la cama mientras sostiene en sus manos un pesado libro de historia si no lo aprendo no podré interpretar mi vida,Ana,se cae al suelo,la intensidad de sus palabras las que aveces resultan ser convincentes le hacen débil de nuevo. Su hijo, el pequeño Enrique, siempre llega tarde y la encuentra abrazada a la botella, antes la miraba asustado, pero ahora ni si quiera la mira, no la entiende, ya no la reconoce. Ella piensa, Ana me comprende, no solo cuando me presta sus vestidos y me recuerda su historia, ella nunca se olvida de mi. Persigue a Enrique por la casa, se ha encerrado en la habitación,otra vez,Ana se queda apoyada en la rendija de su puerta y deja que su aliento infectado entre por la ranura. Hoy va a salir, se ha puesto un moño de esos que no se lo llevan las galernas, y un vestido de época, la gente de la calle la mira extrañada,en una de las aceras, justo al final, un hombre arrodillado se balancea murmurando en su lenguaje, tiene el brazo extendido y la palma de la mano abierta, esperando a que le caiga la suerte del cielo. Ana se acerca a el, y le admira durante unos instantes, se desprende de su guante de seda blanco y le da su mano, el hombre sabe que está de suerte, mira asombrado hacia arriba y se deslumbra ¿Desearía usted almorzar con una reina? El hombre le mira extrañado, algo confuso, ella por un instante se toca la cabeza, asustada, luego al ver que la cabeza sigue en su sitio, suspira con una sonrisa. Por un instante pensé que había perdido la cabeza, fíjese que finalmente acabaron por cortármela,sonríe de nuevo. El hombre permanece callado, sin parpadear,lleno de suerte, coge su mano desnuda y le responde,Será un honor Comer con usted señorita...
Ana,le interrumpe, Ana Bolena.