viernes, 4 de septiembre de 2009

El día en que Salvador quiso quitarse el nombre



Salvador quiere quitarse el nombre, no ser distinto, ni otra persona, si no cambiarse de nombre. Sabe que lo miran, que le preguntan sobre el futuro del mundo, y el no sabe que contestar. Hace poco visitó la biblioteca del barrio, y se llevo la historia de la humanidad a su casa, sabía que tenía mucho que leer, recoger la información suficiente como para ser el verdadero profeta que la gente le hacía ver que era. Y estuvo leyendo, día y noche, noche y día, desde la primera hoja hasta la última. Cuando terminó el último libro, se quedó pensativo, y algo exhausto de tanto conocimiento histórico, y pensaba que no había entendido nada, que todos los sucesos ocurridos eran absurdos, ilógicos y exagerados. Salvador sabía que no tenía respuestas para nadie ni si quiera para si mismo y eso le causaba quebraderos de cabeza. Por eso una mañana se fue a quitar el nombre, escribió en un papel cada letra y se acercó al puente del río, por un instante dudo, y pensó en los arrebatos inesperados, en los impulsos irracionales, pero Salvador tenía una misión aquel día, así que cogió el papel y lo lanzó al vacío, a las profundidades del mar, por un instante lo echo de menos, pero sabía que ya no era Salvador y que nadie le podría reclamar nada.
Ya no podré salvar el mundo- pensaba intranquilo y con un aire de libertad extraña, mal acostumbrada, al fin y al cabo se había pasado sesenta y dos años con el mismo nombre. Cuando apenas contaba con siete salvó a una niña de ojos verdes de las garras de un cocodrilo que se había escondido en un bosque equivocado, y allí el pequeño gran Salvador acabó por devolverlo al mar y llevó a la niña sana y salva de vuelta a su casa. A los nueve por culpa de un huracán que desoló la mitad del pueblo, Salvador levantó los cimientos y reconstruyo cada casa destruida devolviendo la sonrisa a la gente, a los once descubrió el antídoto contra la depresión, a los trece planto toneladas de semillas productivas en cada una de las tierras del mundo, a los quince extinguió las armas y bombas atómicas, a los dieciocho se puso rumbo a Sierra Leona y secuestro la miseria hasta acabar con ella, a los veinte viajo al sol y volvió sin ninguna quemadura, a los veintidós escribió en el cielo frases poéticas para que la gente del mundo entero pudiera leerlas cada mañana .... y a los sesenta y dos acabó por quitarse el nombre, no para ser distinto, ni otra persona, si no para que el mundo tuviera la oportunidad de llenarse de profetas anónimos y nos convirtiéramos todos en Salvadores y salvados.