jueves, 28 de febrero de 2008

El pescador de sueños


Mario aquella mañana se había olvidado de poner carnaza en su gancho, curiosamente como todos los días que iba al rió a pescar y María acalorada entre pucheros le gritaba ¡A donde vas viejo loco si tu ya me pescaste a mi hace tiempo en aquel rió! ¿No ves que esos pequeños peces desolados viven engañados creyendo que un día tu les pescaras?
Pero Mario ya estaba sumergido en su mundo y no la escuchaba, se calzó sus mejores botas, tapo con el gorro de plástico verdoso su pequeña cabeza despoblada por el paso de los años y caminó hipnotizado con la dulce melodía de sus labios hasta llegar a la orilla del río.
Y las horas pasaban, y el tiempo se perdía entre el suave viento que silbaba y hacía bailar a los árboles del bosque, pasaron los deseos y sueños hasta que el sol se fue a dormir con el hermoso atardecer y Mario seguía cerca de la orilla esperando su milagro. Y allí de repente con la luna expectante el bello pez tiró con tanta fuerza que acabo pescando a Mario mientras se hundía como un tesoro hacia el fondo del mar.
Dicen que aquel día el rió se secó para siempre por que Mario, el gran pescador de sueños se bebió la felicidad.