jueves, 22 de septiembre de 2011

El recuerdo de Estela


La señora Estela, de apellido lejano, vive cerca de los jardines, justo al lado de la tienda de la primera planta, nadie la ve, ni si quiera los curiosos de turno, pero ella vive allí hace más de dos guerras.
A veces cuando prepara un puchero lleno de hierbas, lo deja hervir en el bajo de arriba, de manera que la pequeña franja de luz que sale de la ventana pueda aspirar el soplido del agua hirviendo, pero la señora Estela, en ocasiones, pierde la noción del tiempo y de los años, vuela, se consuela y siempre le despierta el pitido del próximo tren que resulta ser la tetera avisando de una catástrofe que nunca llega a suceder.
Y cuando olvida, corre, y baja deprisa del bajo de arriba al bajo de abajo y del bajo de abajo sube y respira hasta llegar al bajo de arriba y así termina, sin saber donde se encuentra por que ya no lo recuerda, La señora Estela de apellido lejano, perdió la infancia de un susto, justo cuando encontró su verdadero hogar, allí cerca de los jardines.
En el bajo de abajo todavía se conserva una estantería de libros viejos, lo más curioso es que todos están separados por un marca páginas en el mismo número de cada libro, como si ningún final hubiera sido leído. La señora Estela cada vez que recuerda limpiar la estantería, coge un libro, como si fuera la primera vez que lo ha visto, y descubre una vez mas unas notas escritas tras cada página marcada, como si alguien hubiera escrito el final que quería para cada historia, la señora Estela imagina que es su letra, sabe que nunca lo recordara pero ella prefiere saber que escribió con sus manos la historia de su vida.
Mira hacia un lado, nada, allí todo está en su sitio, mira hacia el otro lado, lo mismo. Se quita los zapatos, los aparta para no tropezar, remanga su vestido y corre deprisa del bajo de abajo al bajo de arriba, baja, se encaja y vuelve a bajar del bajo de arriba al bajo de abajo, respira, lo que le permite la vejez,y cae rendida sin recordar lo que buscaba, no importa, piensa, cuando una olvida suele ser por la insignificancia del recuerdo.
Y de repente algo le lleva hacia la ventana, lentamente, sin entender muy bien lo que ve, se acerca tanto que su nariz acaba por golpearse en el cristal de la ventana
¿Desde cuando están esos edificios tan altos? La señora Estela mira con asombro los enormes rascacielos de la avenida que llevan plantados allí más de medio siglo ¿Para que querrán subir tan arriba? Luego, un instante después, olvida lo que se estaba preguntando.
Es curioso, piensa en sus momentos de lucidez, cuando somos capaces de recordar todo queremos olvidar con fuerza y ahora que apenas soy capaz de recordar no quiero olvidar nada.
La señora Estela, cansada,apaga las velas de un soplido y espera que le coja el próximo sueño.